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Con el fútbol no

Por Leonardo Gasseuy

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Ítalo Pinochet tiene 46 años, es director técnico chileno desde 2017. Lleva tres ascensos conseguidos y no es poco, los hizo con clubes de tercera a segunda división. Un logro no fácil, como convivir con ese apellido siniestro. Como jugador no tuvo historia, el pasado domingo intento ser electo concejal en Rancagua. Obtuvo el 0,70 de los votos. El pueblo tuvo cordura. 

No fue el único candidato proveniente del futbol en las elecciones de Chile, donde se eligieron convencionales para la reforma constitucional y autoridades regionales. Arrasó la izquierda. Juvenal Olmos sí fue electo. Crece en la región esa sinergia de futbol y política. En este caso fue inverso. Pero históricamente el poder político toma al futbol como plataforma de intereses, oscuros y oportunistas. Chile bien lo sabe. Blanquinegra nació como empresa. Con ella Sebastián Piñera compró Colo Colo y el club lo ayudó a llegar a la presidencia,

Ítalo Pinochet, el DT que quiso llegar a la político y los chilenos le dijeron no.

El fútbol y la política son indisociables en la geopolítica de América Latina y en Argentina, particularmente, se ve ese fenómeno de mediocres funcionarios políticos ocupando cargos en los clubes o turbios dirigentes de clubes camuflados en listas electorales. Será muy difícil que el deporte le disponga a la clase política cuadros probos y honestos que, con su gestión, eleven al Estado al nivel que se merece. Menos si provienen del futbol actual, cuestionado y oscuro.

¿Cómo ofrecer los peores recursos humanos de un rubro tan desprestigiado, para socorrer a los clubes que penan por las mismas miserias que hacen defeccionar a la política? Lo que terminantemente el futbol no merece es la llegada de caudillos mafiosos, portadores de currículas turbias y clientelistas. Personajes que indefectiblemente cuando llegan desmejoran, dividen y endeudan. Es necesario por el bien de todos que post pandemia se genere un divorcio en buenos términos y cada cual ocupe su espacio, el fútbol lejos del gobierno y los peores exponentes de la política por siempre fuera del futbol.

Teniendo en cuenta que el futbol es todo menos un juego, por los grandes intereses comerciales que concentra. Es una construcción social que amplifica y ofrece un gran festín al especulador y oportunista mundo de la política y la usura.  Debe imitar al mosaiquismo romano, donde las piezas conviven a la par, sin mezclar las historias de las imágenes. Será una manera de pretender una autopurificación que le cierre el paso a la procesión de impresentables que cohabitan un sitio, donde solo debe existir sana y pasional gestión.


Es necesario por el bien de todos que post pandemia se genere un divorcio en buenos términos y cada cual ocupe su espacio, el fútbol lejos del gobierno y los peores exponentes de la política por siempre fuera del futbol.


Que las semifinales y final de la Copa de Liga Argentina se jueguen en medio de un colapso sanitario y picos extremos de contagio es porque las provincias de San Juan y Santiago del Estero se peleen políticamente por un show desubicado que al menos por respeto debe esperar. Una Copa América programada como si nada, clubes colombianos compitiendo entre las llamas, el Maracaná recibiendo partidos cada 48 horas cuando Brasil va llegando a las 500 mil muertes, exponen que la estupidez es global, motorizada   por la misma política que no soluciona lo mínimo y exige cínicamente que el circo no pare.

Entendamos que el deporte se vale por sí solo para ser una variable de dignidad, no necesita el tentáculo oportunista del político de turno porque a las grandes batallas las libra con sus armas.  El grito es genuino cuando denuncia el racismo, para pronunciarse contra el ‘apartheid’, la exclusión de la mujer y entender que el movimiento Black Lives Matters surge de las propias entrañas de los deportistas.

Cuando menos los esperábamos, en medio de una pandemia que riega de muerte y angustia, Boca Juniors nos empezó a mostrar el camino. El pasado sábado 24 de mayo en su Asamblea Anual, para la aprobación de memorias y balances del año 2020, 178 asambleístas anularon las condiciones de Socios Honoríficos que desde hace décadas tenían el genocida Eduardo Massera y el dictador Alejandro Lanusse, entre otros represores.

Fueron reconocidos en 1972 por Alberto J. Armando, quien no contento con esto le escribió a Henry Kissinger – Secretario de Estado Americano y padre de las dictaduras Latinoaméricas – para notificarle que “Boca tiene desde ahora   entre sus adictos a una de las figuras más relevantes del gobierno de los Estados Unidos de América y campeón de la paz mundial”.  Los asesinos y arquitectos de la muerte fueron borrados de un plumazo, por un club que aun por zoom mostró algo de las uñas anarquistas de sus fundadores.

En el contexto actual, entre tanta parafernalia mercantil y operadores políticos, parece poco, pero es mucho. Malvin Johnson dijo que “No importa cómo ni cuándo muere un hombre, sino cómo vive y que hizo cuando vivió”. El futbol deberá entender que no es necesario esperar que mueran los malos, el proceso de purificación y mejora se pondrá en marcha ni bien empecemos a exonerar a los tramposos que viven.

* Leonardo Gasseuy vive en San Francisco, Córdoba. Es empresario. Apasionado del deporte, la geopolítica y la historia.

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