Fútbol
Para Norma, el fútbol y la vida eran siempre con otros y otras
Ayelén Pujol
Periodista.
Cuando contaba historias de fútbol parecía que Norma Saralegui quería hablarnos además de otras cosas. “Nosotras jugábamos para divertirnos, no por la repercusión”, nos decía a quienes tuvimos la suerte de conocerla. Se refería a su pasado como puntera, a sus corridas por la banda desde que tenía 15 años, cuando corría 1966 y empezó a jugar a ese juego que, le decían, no era para ella. Pero hablaba en plural: para Norma el fútbol y la vida eran siempre con otros y con otras.
Norma fue futbolista y fue Pionera. Siempre lo será, aunque la noticia de su muerte nos haya entristecido la vida este 4 de septiembre cuando algunos problemas de salud después de una operación de cadera se la llevaron a los 73 años.
Nos quedarán sus enseñanzas, sus charlas y sus anécdotas. Su legado. Norma fue jugadora de La Academia, el mítico equipo de Racing que integró junto a las mundialistas Betty García, la arquera Marta Soler y Virginia Catáneo, entre otras, con el que salieron campeonas en un torneo que se jugó en Excursionistas en 1978. Ahí también jugaba Beatriz Porcel, que murió hace un año. Betty García cuenta que eran todas amigas. Después de la Copa de 1971 en México habían conseguido representar al club. Para Norma fue un desafío: oriunda de Avellaneda -se crío en el barrio Crucecita- era hincha de Independiente, el máximo rival. Pero para ella corría la consigna que alguna vez marcó Alejandro Dolina. Eso de que una juega mejor con sus amigas porque ellas serán generosas, la ayudarán, la comprenderán, la alentarán y la perdonarán. Y si no , más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.
“Las conocí a las chicas de toda mi vida en el fútbol, estaba más pendiente de lo que les pasaba a ellas y cómo la estaban pasando, que mi propia experiencia”, dijo Norma alguna vez sobre las Mundialistas. Se acercó a practicar el deporte que le gustaba porque vio a algunas de ellas en un partido que se transmitió por TV. No fue a México pero en el libro Pelota de Papel 3 escribió un cuento sobre la hazaña de aquellas Pioneras. En la presentación, en un teatro de la calle Corrientes, en la Ciudad de Buenos Aires, le hizo un homenaje a su amiga Betty García. Le regaló una pelota de trapo que había hecho con sus manos. Un símbolo: su forma de amar al fútbol en el estado en que lo conoció, con ese primer juguete artesanal.
Norma fue parte de la primera comisión de fútbol femenino de AFA en 1991 pero además leía, escribía, disfrutaba de las juntadas con amigas, de la música. En el primer festejo por el Día de las futbolistas, cuando se aprobó la Ley que estableció esa jornada como celebratoria, estaba feliz. Lo vivió como otra victoria colectiva. Casi una final de Mundial. Disfrutó la guitarreada que se armó y bailó folklore un rato largo, incluso con el bastón que usaba para caminar desde hacía algunos años.
“Se peleó muy de abajo siempre, pero no se peleó para llegar a esto que sucede hoy, con nosotras, que ni siquiera lo podemos dimensionar, se peleó para darle dignidad a la persona, porque una puede jugar al fútbol pero no destacarse y pasar desapercibida, pero por lo menos ser valoradas en el momento en que lo estábamos haciendo”, dijo en una entrevista.
Norma también fue entrenadora y fue delegada, cuando el fútbol femenino era nada o casi nada para los clubes y las instituciones. Cuando la arquera Lucila Sandoval se retiró y empezó a buscar a jugadoras del pasado para contar la historia del fútbol femenino, Norma fue clave para contactar a muchas, sobre todo a las Mundialistas. Nunca se jactó de eso, quién sabe si tomó dimensión de su rol. Seguro no le parecía importante. Norma siempre tenía la mirada puesta en lo relevante. Lo trascendental era que el mundo las conociera. Lo logró.
Ya sabía de qué se trataba luchar contra el machismo desde la primera vez que pateó una pelota. Una vez Racing reunió a aquellas jugadoras de La Academia con el equipo de Primera del momento, ya con un fútbol semiprofesional. “Éramos nosotras contra el mundo, pero cuando más estábamos y juntas, podíamos hacerle más frente. Si uno juega para cada uno, es un poco vacío. El fin era jugar, divertirte y establecer relaciones”, les contó Norma a las jugadoras jóvenes.
Hacía unos años se había ido a vivir a Gualeguaychú, le gustaba la tranquilidad de allí. Cruzamos mensajes cada tanto. Ahora los reviso y encuentro que me habló de la importancia de pensar al fútbol femenino por fuera de Buenos Aires, de tener una mirada federal. Y que en pandemia me puso que extrañaba lo colectivo: “Eso de poder elegir cuándo, dónde, cómo y con quién”.
Busco información sobre ella en el libro “Pioneras. Un pase a la historia”, que escribieron Mónica Santino, Tamara Haber y Julieta Osses. Encuentro que Norma les dijo que el fútbol era mucho más que un deporte: “Nos enseñó a ser solidarias y a compartir, algo que aplicamos hasta hoy en día”.
Gráfico: Al Toque
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